Micmacs à Tire-Larigot

Hoy, película interesante. “Micmacs (à Tire-Larigot)” (2009), de Jean-Pierre Jeunet.

Ok, ok, ok (léase /o’ke, o’ke, o’ke/), uno ya tiene una edad. Cada día es más difícil no desprenderse del sense of wonder y reemplazarlo por una fina capa de elegante cinismo; no obstante, uno es un poco crío todavía y un epícureo de pro, con lo que sigo viéndole el lado bueno a la vista de una playa desde el chiringuito, a una cervecita en la terraza o al sabor de las aceitunas rellenas. Y me dejo hacer con una facilidad pasmosa.

Mis padres eran todavía abonados al plus cuando disfruté de esa joya de culto que se llama «Delicatessen». Años después vendrían Días de Cine y el trailer de «Le Fabuleux Destin d’Amélie Poulain», que hizo que mi corazón latiera fuerte de excitación. Entre medias estaban las fallidas «Alien Resurrección» y «La Ciudad de los Niños Perdidos», sí, pero quién es tan triste de regodearse sólo en las cosas malas.

«Micmacs» llega dos años tarde a España, y por la puerta de atrás. Bien, porque lo bueno se hace esperar y llega siempre por sorpresa. Vaya por delante que se trata de una fábula sin animales, con lo que pueden evitarse ustedes lo de «es infantil», «demasiado maniquea», «no hay quien se crea eso» o cualquier otra expresión contra su amabilidad que quieran blandir enarbolando una ceja. Esto es una fábula, así que se le suponen ciertas cosas. Después de todo, Macondo tampoco es que haya existido nunca.

«Micmacs» es una fábula, entonces, que narra la historia de un hombre cuya vida se ve fatalmente afectada por las armas de fuego y su negocio en dos ocasiones. Con todo perdido y ya en el río, la casualidad le junta con un grupo de traperos que malviven de lo que la sociedad desecha; entre todos llevan adelante un elaborado plan para vengarse de la industria armamentística personificada en dos fabricantes, uno de ellos el sosias francés de Buenafuente.

Vale, los mensajes buenrollistas pueden acabar gastando un poco por acumulación, pero la puesta en escena (esta vez sí) está al servicio de la historia y no al revés, la película está llena de pequeños detalles y escenas rodadas con mimo de artesano, la banda sonora da alas a unos personajes no exentos de carisma y no tengo que hacer un esfuerzo para recordar haber sonreído un par de veces al menos. Que no es poco, con los tiempos que corren.

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En otro orden de cosas, llevaba demasiado tiempo fuera de casa. Tanto, de hecho, que cuando volví el viernes pasado me encontré con que alguien había metido una nota bajo mi puerta. En la nota, impreso con cuidado y una HP, se presentaba mi vecina de arriba y me comentaba que no podía dejar de observar que mi casa parecía «cerrada». Me comentaba también que su madre está buscando piso y que si, estando mi casa «cerrada», no me importaría alquilársela y así todos salíamos ganando.

Una hora de manguera después, mi terraza volvía a parecer algo habitable y no el apartamento de verano de la familia gitana de Diógenes.

Esto es lo que me gustaría hacer, en lugar de recoger todo lo que tengo por casa

Número de familiares en el extranjero: 1. Duruma.

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