Curb Your Enthusiasm

Hoy, serie esencial. Curb Your Enthusiasm.

Larry David me cae mal. De acuerdo, acabas de leer esto y has pensado «me la pela, no sé quién es Larry David». Bueno, Larry David es el co-creador de la también esencial «Seinfeld». De acuerdo, acabas de pensar «me la sigue pelando».

«Curb Your Enthusiasm» («Modera Tu Entusiasmo» o «No Te Emociones») es una serie escrita, guionizada, dirigida y protagonizada por Larry David que narra el día a día de Larry David. Ni más ni menos. Y tiene un montón de lastres. Veamos los principales.

Larry David es antipático. Tiene un montón de manías, pero no es tan entrañable como el Melvin de «As Good As It Gets», sino que son manías de viejo, tics personales y principios de difícil aplicación en el mundo real que hacen que no encaje en un mundo como el de Hollywood y que propician que discuta y acabe llevándose mal con (casi) todo el mundo.

Larry David es un judío recalcitrante. Lleva al extremo las leyes del judaísmo pero sólo si es por tocar las narices. Si alguien le lleva la contraria, es capaz de relajarlas hasta la inexistencia. Y si los judíos ya de por si son raritos…

«Curb Your Enthusiasm» es un show falso. Se nos presenta como la vida real de Larry David y los que le rodean (mujer, agente, su mejor amigo…), una especie de Gran Hermano, pero todo está perfectamente guionizado y no hay lugar a la improvisación. Además, es una comedia que rara vez incita a la sonrisa, no digamos ya a la carcajada.

Larry David es un asocial. Se cree más listo y gracioso que todo el mundo que le rodea y es egocéntrico como él solo. De hecho (apunta otra), la cover de la promo (¿qué cojones he dicho?) es el mismo multiplicado a la N.

¿Que por qué es una serie esencial entonces? Pues por lo mismo que todas: vemos series y consumimos películas para ver a personajes ficticios en situaciones pseudo-reales para aprender lecciones que aplicar a nuestras propias vidas. «Curb Your Enthusiasm» trata de cómo las convenciones sociales o la simple estupidez nos puede joder el día, de cómo somos felices pero a veces una estupidez como seguir las normas de lo que otra persona entiende como «educación» pincha nuestra burbuja de felicidad. Sencillo.

Además, tiene su punto ver a un personaje como Larry David pasándolo mal episodio tras episodio.

Foto: Larry David, digo, yo mismo, haciendo el idiota. Cuando le das una buena cámara a un mal fotógrafo obtienes autorretratos borrosos y saturados en espejos sucios. Pero estamos mejorando.

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En otro orden de cosas, adoro a Nintendo. Me cae mejor que la prepotente Sony y que la risible Microsoft (vamos, sacan de fábrica sus consolas con unos LEDs no POR SI FALLA la consola, sino PARA CUANDO FALLE, asumiendo que al final van a acabar jodiéndose. En fin. Al menos son realistas y humildes). Diez meses después de comprar una Wii sacan al mercado el mismo modelo pero con unos cierres mucho mejores para los mandos y protectores para los mismos.

Les mandé un mail y los míos llegaron hace una semana. A casa. Gratis.

Adoro Nintendo.

Número de familiares en el extranjero: ninguno. Y lo que me gusta.