Música Para El Final (De Una Película)

Lo único que me ha motivado a salir de mi cama en estos días que he gastado ya de enero es averiguar qué estabas escuchando durante el accidente. Saberlo compensará las caras de extrañeza, el horror congelado en el gesto de los bomberos cuando pregunté si habían sido capaces de ver tu móvil por algún sitio, si la radio estaba sonando cuando llegaron, si tan solo lograron rescatar de esa jaula de hierro, carne y plástico algo de cambio suelto y un zapato confundido y olvidado en el techo de tu coche.

¿Estabas contenta cuando te fuiste? ¿Eufórica, rabiosa, melancólica? ¿Cantabas? ¿Buscabas algo? ¿Lo habías encontrado? Me lo pregunto una y otra vez, me aferro al detalle capaz de sacudirme del asombro, de esta ola de hiperrealidad que me asola las horas que dedico a observar el tráfico de la autovía desde una pasarela. La silueta en la que me he convertido interroga a los conductores que pasan, escruta a los pasajeros en busca de una pista que me ayude a entender el momento en que dejaste de estar aquí, y no sabe si estaré recibiendo la misma pregunta por su parte, si no me estaré perdiendo algo.

Qué vacía está esta cama sin ti, mi amor. Podría reconocer que tengo un problema, como podría admitir que este lento dejarme llevar es mi propia manera de no existir, de volver a tu lado. Cada día hago menos y menos, ahora apenas hablo ya y no me dan miedo ni el número 25 ni el día en que por fin la comida deje de tener atractivo alguno. Miro al frente y sólo veo estática, un ruido blanco que se ha instalado tras mis retinas. Qué frío hace esta noche.

¿Qué importará qué pase mañana? ¿Vendrá alguien a buscarme cuando ya no esté? ¿Serás tú? ¿Qué sonará cuando suceda?

Número de familiares en el extranjero: 2. Vacío.