Predicador

 

Hoy, comic indispensable. «Preacher», por Garth Ennis y Steve Dillon.

La perfección (y la felicidad) está(n) en los pequeños detalles. Bien poder apreciarlos y ver cómo contribuyen al conjunto o poder disfrutar de pequeñas cosas que te hacen estúpidamente feliz.

«Preacher» es una serie autoconclusiva de 66 números (más un par de especiales) guionizada por un Garth Ennis en estado de gracia (su estado habitual) y dibujada con una linea clara pero expresiva y detallista por Steve Dillon.

La historia que cuenta es simple a la par que interesante: Génesis es el vástago recien nacido de un ángel y un demonio que cae en la Tierra, en el cuerpo de Jesse Custer, un predicador que ha perdido su fe en Dios. Custer, uno de los pocos «tipos buenos» que quedan en este mundo, descubre que tiene el poder de hacer que cualquier persona obedezca a lo que él dice, así que hace lo que cualquiera haríamos en su situación. Decide buscar a Dios para obligarle a que confiese por qué permite que exista el mal en el mundo.

Con una premisa tan pillada por los pelos, Ennis elabora una trama excepcional sobre el bien, el mal, la amistad y hacer lo correcto, con su innata capacidad para crear inolvidables personajes secundarios, donde se dan la mano investigadores sexuales, el KKK, la mafia rusa, la mafia católica, el marqués de Sade, ángeles que esnifan cocaína, vampiros irlandeses, nazis con cabeza de pene, zoófilos redneck, santos asesinos y Caraculo.

El resultado final es sencillamente espectacular, como un crossover entre las pelis de John Wayne y una road movie descacharrada, donde lo mítico y lo épico se dan la mano, dejando un buen sabor de boca de los que tardan a irse.

Joder, todos querríamos ser Jesse o Tulip cada vez que se prometen amor hasta el fin del mundo, y es que la felicidad está en las pequeñas cosas. Vaya que sí.

En la foto, nachos. Eran enormes. Fueron perfectos. Fuimos felices 🙂

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En otro orden de cosas, mañana, si tengo tiempo y ganas, explicaré la historia de cómo me convertí en catador profesional de carne, hoy prefiero decir que ayer me fui a ver el preestreno de «Sweeney Todd». Sí, África, la he visto dos veces en el cine antes que tú. Me odias. Lo sé.

Estando en los USA me compré unos calzoncillos blancos de Calvin Klein. Después de una desafortunada colada, he decidido que mi excusa será que esos calzoncillos naranjas de Calvin Klein no se pueden encontrar en las tiendas porque son de una edición especial limitadísima.

Cruzando la acera de camino al curro he visto un bote etiquetado con una muestra en mitad de la carretera. No era sangre. No era orina. No eran heces. No era mucosa. Sé que si te encuentras algo y sabes de quién es se supone que lo tienes que coger, encontrar al dueño y devolvérselo. No lo he hecho.

Numero de familiares en el extranjero: 1. Me puse como un cerdo viendo la peli, pero no había nachos involucrados. No es lo mismo, no…